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Thu Oct 17 22:44:24 CDT 2002
La globalización ideológica en contra de la inmigración
Cinco mitos sobre la inmigración (parte 3 de 5)
Por Carlos Armenta
Colaborador del Semanario ¡La Alarma!
El eurodiputado francés Sami Nair expone y analiza, en un artículo
publicado en el diario español El País, lo que el llama “los cinco
mitos sobre la inmigración en España.”
El presente artículo (tercero de una serie de cinco) analizará el
tercer mito dentro del contexto de la inmigración en los Estados Unidos.
Tercer mito sobre la inmigración: Los inmigrantes se benefician
indebidamente de las leyes sociales favorables.
Este tipo de resentimiento hacia los inmigrantes ha echado profundas
raíces dentro de la sociedad estadounidense. Para muestra basta un
botón: la proposición 187 de 1994 en California, la cual prohibía que
los inmigrantes ilegales y sus hijos—aunque estos últimos hubieran
nacido en los Estados Unidos—recibieran servicios de salud y educación.
Dicha proposición también requería que los restadores de servicios
públicos reportaran al Servicio de Inmigración y Naturalización (INS)
la presencia de cualquier indocumentado, o hijos de indocumentados, en
escuelas u hospitales públicos.
El hecho de que dicha proposición haya prosperado al recibir el voto
favorable de la mayoría de los que, en esa ocasión, ejercieron su
derecho al voto, demuestra el tan arraigado sentimiento anti-inmigrante
en un estado en el que la mayoría de sus habitantes son inmigrantes o
descendientes de inmigrantes. Sin embargo, dicha ley fue declarada
inconstitucional y nunca se llegó a su plena implementación.
Este tercer mito sobre la inmigración pierde su validez si se analizan
y se comparan detenidamente, por un lado, las aportaciones que los
inmigrantes hacen tanto al sistema de bienestar público como a la
economía en general, y por otro lado, los beneficios que estos obtienen
de los fondos de bienestar social.
Primero que nada, los inmigrantes que trabajan legalmente en los
Estados Unidos pagan impuestos sobre sus ingresos, impuestos de
seguridad social y aportan también parte de sus ingresos a fondos de
pensiones. Sin embargo, el Congreso norteamericano debatió y aprobó, en
la primavera de 1996, una de las más extensas y represivas
legislaciones inmigratorias de su historia, la cual declaró inclusive a
los residentes permanentes legales como inelegibles para recibir una
gran variedad de beneficios sociales.
Tales cambios a las leyes migratorias crearon una gran división dentro
de los grupos que tradicionalmente defendían los derechos de los
inmigrantes en los Estados Unidos. Muchos de los defensores de los
derechos de los inmigrantes alegan ahora que, aunque la inmigración
legal representa un gran beneficio social, la entrada de inmigrantes
ilegales, por otro lado, tiene solo efectos negativos dentro de la
sociedad estadounidense. Dicha opinión se ve apoyada precisamente por
el tercer mito aquí analizado, solo que en este caso se aplica solo a
los inmigrantes indocumentados.
Sin embargo, lejos de ser una carga social, los inmigrantes
indocumentados contribuyen de manera positiva a la economía de los
Estados Unidos. De acuerdo con estudios hechos por el National
Immigration Forum, los inmigrantes indocumentados pagan aproximadamente
US $7000 millones en impuestos. Algunos de estos impuestos, incluyendo
los US $2700 millones destinados a la seguridad social, así como los US
$168 millones al fondo estatal de beneficios para los desempleados, son
subsidios directos a dichos sistemas, ya que los trabajadores
indocumentados no tienen el derecho legal de recibir dinero de estos
fondos a los cuales contribuyen.
En el estado de California, el cual cuenta con aproximadamente el 43%
de la población indocumentada de toda la nación, los inmigrantes
indocumentados pagan—ademas de los impuestos ya mencionados—US $732
millones adicionales en impuestos estatales y locales. El estado, por
otro lado, y de acuerdo al Urban Institute, gasta US $1300 millones en
educación para niños indocumentados, y US $166 millones en servicios
médicos de emergencia para sus familias, siendo este último el único
tipo de servicios médicos, proporcionados por el estado, al que tienen
derecho los inmigrantes indocumentados.
Por lo tanto, es muy difícil sostener la idea de que los gastos que se
erogan en la educación de niños indocumentados, o en los servicios
médicos de emergencia para sus familias, son una carga social, debido a
que dichos inmigrantes pagan, en conjunto, una gran cantidad de dinero
en impuestos destinados a fondos estatales de los cuales ellos no
reciben beneficios. En otras palabras, los inmigrantes indocumentados
aportan mucho más de lo que reciben.
Además de estas consideraciones, existe un estudio realizado por la
UCLA a mediados de los 90s, y que revela que los trabajadores
indocumentados contribuyen con aproximadamente el 7% de los US $900,000
millones del producto interno bruto del estado de California, o sea, US
$63,000 millones.
Si se considera que la población indocumentada en California ascendía,
en esos años, a 1.4 millones de personas, entonces se puede calcular
una contribución individual bruta a la economía de California para cada
inmigrante indocumentado, la cual ascendería a aproximadamente
US$45,000 anuales, incluidos niños, desempleados y personas enfermas o
demasiado viejas para trabajar. Por otro lado, y aunque no existan
cifras confiables en cuanto al salario promedio de cada inmigrante
indocumentado, se sabe que estos reciben salarios muy cercanos, o
inclusive por debajo, del salario mínimo legal que en los años de
realización del estudio era de US $4.25 por hora. Si suponemos que
todos ellos perciben el salario mínimo, su ingreso promedio individual
al año sería de US $8840, lo cual se encuentra muy por debajo de la
contribución que su labor aporta al producto interno bruto del estado.
Es entonces indudable que el trabajo de los inmigrantes indocumentados
no solo contribuye con decenas de millones de dólares a la economía
estatal. Además de ello, dichos trabajadores reciben solo un pequeño
porcentaje de dicha contribución, un porcentaje que es mucho menor al
que reciben los trabajadores que son ciudadanos o residentes legales de
los Estados Unidos. Dicha diferencia en el nivel de explotación es una
fuente extra de ganancias económicas para las industrias que dependen
de una fuerza de trabajo compuesta principalmente de trabajadores
indocumentados.
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