[Dryerase] ¡La Alarma!--Ojo en el INS--2 de 5 mitos

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Sat Sep 21 14:09:55 CDT 2002


Ojo en el INS
Un enfoque en el INS y la política inmigratoria

Segundo mito sobre la inmigración: (parte 2 de 5)

Por Carlos Armenta
Colaborador del Semanario ¡La Alarma!

El eurodiputado francés Sami Nair expone y analiza, en un artículo 
publicado en el diario español El País lo que él llama “los cinco mitos 
sobre la inmigración en España.” El presente artículo (segundo de una 
serie de cinco) analiza el segundo mito dentro del contexto de la 
inmigración en los Estados Unidos.

El mito
La inmigración entra en competencia con la mano de obra nacional y 
ejerce una presión a la baja sobre los salarios.

Tal aseveración ha sido utilizada por muchas organizaciones 
anti-inmigración (e inclusive algunos sindicatos) en los Estados Unidos 
para apoyar su posición. Sin embargo, algunos sindicatos, por citar un 
ejemplo, han optado últimamente por tratar de engrosar sus filas—y 
aumentar su poder de negociación—mediante esfuerzos para organizar a 
trabajadores indocumentados. Los sindicatos se han dado cuenta de que 
oponerse a la inmigración no es la mejor manera de lograr mejores 
condiciones de trabajo para sus representados. La fuerza de cualquier 
movimiento laboral se encuentra en sus números, y los trabajadores 
indocumentados representan una gran parte de los asalariados peor 
pagados. Dichos trabajadores indocumentados no son, por otro lado, los 
culpables de los bajos salarios, sino sus primeras víctimas.

Las mujeres, por ejemplo (indocumentadas o no), reciben, en general, 
salarios más bajos que los hombres en todos los niveles de la escala 
salarial. Si el segundo mito aqui analizado tuviera algo de validez, 
tambien se podria a culpar a las mujeres de ejercer una presión a la 
baja sobre los salarios, y cabria entonces implementar leyes que 
prohiban que las mujeres trabajen, lo cual es, a todas luces, una idea 
por demás ridícula. La misma lógica se podria aplicar a otros grupos de 
la población que perciben los salarios más bajos, como son los jóvenes 
y los trabajadores no calificados.

Se calcula que, al contrario de lo que ocurría en las décadas de los 
50s y 60s—cuando el salario de una sola persona, en promedio, era 
suficiente para mantener a una familia de cinco en los EEUU—ahora se 
requiere del salario de 2.4 personas para mantener a una familia de las 
mismas características. Dicho cálculo no toma en cuenta los salarios 
percibidos por los trabajadores indocumentados (cuando se les paga).

Pero el verdadero culpable de la baja de los salarios reales no es la 
inmigración, sino un movimiento globalizador que promueve un reparto de 
la riqueza  que favorece al capital y a los pocos asalariados que 
influyen directamente sobre las decisiones que afectan al capital (como 
son los ejecutivos y directores de empresas). Basta observar la gran 
diferencia que existe entre los salarios que perciben, por un lado, los 
directores y ejecutivos y, por otro lado, los empleados u obreros de la 
misma empresa. Tal diferencia crece al mismo ritmo que el movimiento de 
globalización.

Así las cosas, los inmigrantes indocumentados se convierten en las 
primeras víctimas (no en los culpables) de una estructura salarial que 
no es igualitaria. Dichos trabajadores indocumentados se ven en la 
necesidad de incorporarse, debido a su ilegalidad, a la parte más baja 
de la estructura salarial. La idea del “melting pot“ norteamericano se 
torna entonces en la de un “frying pan,” en la que los que se 
encuentran en la parte más baja del contenido de la sarten son los que 
resultan quemados si no hay alguien que le baje al fuego, el cual queda 
representado por el movimiento de globalización.

Uno de los principales combustibles para dicho fuego lo proveen las 
operaciones anti-inmigración implementadas, en el caso de los EEUU, por 
el Servicio de Inmigración y Naturalización (INS). Aunque el INS ofrece 
al público la fachada de regulador del flujo migratorio y guardián de 
las fronteras, salvaguardando así la seguridad nacional, dicha agencia 
gubernamental trata, en realidad, de asegurar un flujo de mano de obra 
barata (inmigrantes ilegales) para aquellos sectores de la economía 
norteamericana que así lo requieran.

Las leyes migratorias implementadas por el INS no tienen como objetivo 
el detener el flujo de inmigración indocumentada, sino el garantizar la 
existencia de personas ilegales en el país, los cuales, debido 
precisamente a esa condición de ilegalidad, son víctimas de abusos. A 
menudo poco calificados, disponibles para trabajos que ya no quieren 
realizar los ciudadanos del país de acogida, los inmigrantes aceptan, a 
falta de leyes protectoras, lo que les proponen los patrones.

Por otro lado, muchos de los que deciden quedarse en sus paises de 
origen tienen que soportar condiciones de trabajo, también inhumanas, 
por parte de empleadores transnacionales que disfrutan de la protección 
de los gobiernos de dichos paises de origen.

Si los Estados Unidos necesitan de la mano de obra inmigrante, entonces 
el estado tiene la obligación de proteger a dichos trabajadores, 
estableciendo leyes que garanticen el derecho de todos los trabajadores 
(inmigrantes o no) a organizarse, o leyes que establezcan un salario 
mínimo. Sobre todo, se necesitan leyes que eviten la tragedia de 
inmigrantes que mueren al tratar de cruzar la frontera en busca de 
trabajo. ¡Ya basta de culpar a las víctimas! ¡Ya basta de culpar a los 
inmigrantes de ejercer una presión a la baja sobre los salarios!

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